Ella se levanto una mañana, sonrió, me dijo que me amaba y se boto por la ventana del sexto piso, voló km un águila y al final se enfrento con el piso dejando a su paso una muestra de desgarradora felicidad. A mi parecer ella nunk había sido feliz, su mirada, sus ojos serenos, todo era paz en ella km negarle a un muerto ver la vida por ultima vez, eso no sucede en el mundo real me dije y empece a bajar las escaleras fingiendo desasosiego pero en realidad, algo en mi sentía ese placer que acaba ella de dejarme sembrado en el pecho, mi corazón latía lentamente y mi voz se hacia cada vez mas segura, no sabia que decir debo decirlo.
En el suelo su cuerpo no se parecía a aquella figura que hacia poks instantes en mi cama había soñado una de sus tantas locuras, siempre creí que ella antes de dormir me engañaba y se daba vida de alguna manera; sus sueños eran fanfarronerías que la llenaban de risa y en el fondo la asustaban le parecía algo así km que iban a hacerse realidad, para mi, solo oírlas me daban la sensación de que me pertenecían, hasta que un día me lo dijo Así era.
Todos en el parqueadero de un edificio que nunk mas iba a ser tranquilo miraban del cielo al piso, quizás viéndola volar kn esa sonrisa kn la que andaba su alma en ese momento, le vi y la extrañe quizás un poco cuando le vi sus piernas blancas pero pasionales, su piel siempre fue mi debilidad dulce y aromatik... Dulce aroma de los dioses, dulce melodía del silencio, una lagrima escurrió en mi mejilla hasta que vi su mirada nuevamente, no parecía tan feliz como antes pero sus ojos sí, sus ojos estaban llenos de vida. No sabía km tomarla en brazos para llevarla al mar de chocolate que se que hubiera deseado tener en su cuerpo como tumba pero todos me miraban, supongo que la sonrisa del rostro viendo km disfrutaba de ese dulce momento no se quitaba y pues realmente no quise negarlo ella me hacia muy feliz, sus ojos dulces, su voz de niña indefensa, esa ganas de odiar la hacían dueña de la mas áspera de la vidas, de la mas dura de las almas: la mía.
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