lunes, 13 de febrero de 2012

Era tal la desesperación que las letras fluyeron con la misma intensidad, sus ojos y su mirada reflejaban el dolor que mis palabras causaban en sus dulces oídos, quizás fui demasiado lejos al querer violar la integridad de su mente con la sensación implícita de mi deseo de morir, pero no había paz, no había luz, solo la oscuridad y su mirada, sus ojos negros azabache que me herían el alma; aun cuando su dolor era solo lo que esperaba ver no me llenaba la sensación que podía llegar a causar.
Ella tan solo era un chica de 15 años, no había terminado aun de convertirse en señorita cuando le robe su esencia con besos y mentiras, pobre incrédulo pensaba que ella no lo notaria y ahora era yo quien me retorcía pensando en cuanto pudo haber reído tras de mi, viéndome caer como un vagabundo que pedía y rogaba solo un poco de su amor y su ternura, así que obviando el detalle de que fui el primero en amarla y en burlarla, solo sé, que también fui el primero en odiarla y ante mi mente ciega y dolorida solo eso quedaba ah y un poco de misericordia, claro, para mi, el único perdedor en una batalla que inicie así mismo, perdiendo.

Todo empezó cuando empece a soñar demasiado con ella, ella y su figura, no la mas perfecta pero si la del exquisito aroma a frutas y miel,

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